En esta ocasión, vamos a explicar cómo influyen las nuevas tecnologías en nuestro funcionamiento neuropsicológico y los sistemas de nuestro cerebro implicados en las conductas adictivas, con el objetivo de aumentar la concienciación respecto a los riesgos asociados a un uso descontrolado de las mismas.
Para ello tenemos que hablar del principal sistema cerebral implicado en la adicción: el circuito cerebral de recompensa. ¿Qué es? Y ¿Para qué sirve?
El sistema de recompensa pertenece a nuestro sistema nervioso central y entra en funcionamiento ante estímulos específicos que generan la secreción de neurotransmisores como la dopamina, las endorfinas y el GABA (Ácido Gamma Amino Butírico). Estos neurotransmisores activan sensaciones placenteras y de bienestar en nuestro cerebro. Por tanto, hay sustancias o estímulos que tienen propiedades reforzadoras positivas que generan estados placenteros como comer, las drogas, el sexo, el ejercicio físico o el juego. Estas sustancias o conductas activan la secreción de los transmisores antes mencionados generando sensaciones placenteras y al ser activadas producen, estimulan y motivan hacia esa conducta y su repetición. Además, la dopamina no sólo genera sensaciones agradables en el cerebro sino que estimula conductas dirigidas a un fin, motiva a la acción, acción que genera una recompensa, y por tanto, se tiende a repetir.
Como ya hemos comentado en otras ocasiones, los seres humanos somos seres sociales, necesitamos desde el inicio de nuestra existencia de un otro que nos mire, nos dé sentido, amor, compañía, valor, risas…en definitiva, experiencias agradables, y necesitamos de este vínculo para desarrollarnos adecuadamente, tanto a nivel físico como emocional. Esto que en las primeras etapas de la vida se hace primordial y vital, va convirtiéndose en más prescindible en determinados momentos a medida que vamos haciéndonos mayores, permitiéndonos ciertos momentos de autonomía. Esto no quiere decir que ya no necesitemos vínculo o a un otro, si no que ya no lo necesitamos para sobrevivir sino para mejorar nuestra calidad de vida, ya que la relación con los demás nos hace disfrutar de una vida más plena y enriquecida. Dicho esto, entendemos que el otro y las relaciones interpersonales funcionan como un reforzador positivo que nos hace sentirnos bien, nos hace sentirnos vinculados, mirados, valorados y por tanto, genera sensaciones agradables en la persona aumentando su sensación de bienestar.
En este sentido, el móvil y las redes sociales permiten satisfacer esa necesidad de relación y socialización que es inherente al ser humano y para la que venimos programados. Por tanto, el móvil, al igual que las drogas, estimulan los circuitos de recompensa generando sensaciones placenteras derivadas del estado de sentirse admirado y validado a través de los likes, de aumentar el número de amigos en redes sociales o sentirse reclamado a través de mensajes instantáneos, en definitiva de estar conectado y satisfacer esa necesidad de socialización, llenando a la persona de sensaciones de euforia, placer y excitación.
Al igual que ocurre con las drogas y con un uso reiterado de las mismas, la sobreestimulación y sobreexcitación derivada de un uso prolongado de las nuevas tecnologías altera este circuito cerebral de recompensa a nivel bioquímico, desajustando los niveles normales en la secreción de neurotransmisores y por tanto, alterando la respuesta de nuestro organismo ante determinados estímulos. Es decir, una estimulación excesiva producida por un dispositivo electrónico hace que cuando no se tenga ese dispositivo electrónico se altere la secreción normal de neurotransmisores perturbando la base del cerebro encargada de la regulación emocional y generando estados de displacer como ansiedad, irritabilidad, tristeza, vacío, inquietud, nerviosismo…requiriendo que el sistema de recompensa esté activado permanentemente y en constante funcionamiento, instaurándose la conducta adictiva.
El uso excesivo del sistema de recompensa y su sobre estimulación genera desmotivación en la persona donde su principal interés será el objeto o conducta adictiva pasando todo lo demás a un segundo plano y resultando de escaso interés para la persona. Las sensaciones de euforia son tan intensas fruto de la sobreestimulación que la persona ya no encontrará ninguna otra acción que le genere esas mismas sensaciones desmotivándose a nivel generalizado y no encontrando en otras actividades, metas u objetivos sentido alguno porque no le estimulan lo suficiente. El efecto de dopamina es tan fuerte que la persona sólo piensa en repetir esa conducta por las sensaciones placenteras que siente.
Estudios recientes apuntan a que la adicción al móvil no sólo está condicionada por el placer derivado de sentirse vinculado, admirado y en conexión con el otro sino que, igualmente, las microondas que generan los smartphones aumentan la actividad de las endorfinas. De este modo, los móviles actuarían como reforzadores positivos tanto por la sensación placentera recibida a través de la radiación de las vías sensoriales como por la acción directa sobre el circuito de recompensa.
Por tanto, hay tanta adicción y necesidad del objeto adictivo, no sólo por motivaciones psicológicas sino por cierto condicionamiento neuroendocrino que es lo más grave.
Estamos ante una realidad preocupante: el 45% de los jóvenes reconoce estar enganchado al móvil, de media miramos el móvil más de 200 veces al día y cada vez es más frecuente utilizarlo como “entretenimiento” en la crianza de nuestros pequeños. Sólo con levantar la cabeza, la mayoría de nosotros puede ver cómo estamos permanentemente hipervigilantes ante nuestros teléfonos y dispositivos electrónicos, revisando constantemente las actualizaciones y en búsqueda permanente de las distintas formas de estimulación que ofrecen, ya sea jugando, comprando o a través de las redes sociales.
En conclusión, desde Levanta la Cabeza de Funsalud consideramos importante conocer las bases neurofisiológicas de la adicción y los riesgos asociados de un uso descontrolado de las nuevas tecnologías sobre todo en los más jóvenes y su cerebro en vías de desarrollo y maduración. Nuestro objetivo no es rechazar ni vetar la tecnología, sino concienciar de la importancia de hacer un uso responsable, evitando que nos domine, conociendo los riesgos y educando a nuestros hijos para que tengan una relación positiva con la misma.
Si estas preocupado porque alguien de tu entorno puede estar sufriendo una adicción tecnológica o corre el riesgo de desarrollarla, no dudes en consultarnos, es posible recuperar el bienestar y una vida saludable. El sistema cerebral es plástico y ejercitable, y por tanto, a través de diferentes tratamientos se pueden restablecer los daños estructurales y las alteraciones a nivel bioquímico generadas en nuestro cerebro como consecuencia de la adicción. Contacta con nosotros y te ayudaremos a recuperar el control de tu vida y a que esta sea más plena y satisfactoria.
Marta Vicente Álvarez | Psicóloga especialista en psicoterapia con niños, adolescentes y adultos.
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