La aparición de conductas adictivas en la infancia y etapa adolescente afectan al desarrollo madurativo de nuestros hijos siendo un factor claramente predisponente al desarrollo de patologías y sufrimiento en la etapa adulta.
Los estudios más recientes respecto al uso de las TIC’s indican que el 90% de la población escolar entre 10 y 15 años tiene acceso a internet, el 54 % de los menores entre 8 y 12 años tienen móvil y el 38 % tiene además una tablet, asegurando que el 38% de estos menores dedican más de 3 horas diarias a estos dispositivos. En torno al 30 % de los menores entre 10 y 16 años reconoce no apagar nunca su teléfono móvil siendo las TIC’s el principal medio para comunicarse con sus amigos. Tanto es así, que el 70% de los menores se siente perdido sin su teléfono móvil, el 76 % lo considera una parte indispensable de su vida social y el 46% de los jóvenes adolescentes es adicto al móvil.
Igualmente, las últimas investigaciones indican que los casos de ciberbullying se han incrementado en un 151% en los últimos años y las denuncias realizadas por menores por casos de ciberacoso y grooming han aumentado un 410%.
Esta situación nos pone ante una grave y preocupante realidad que requiere de una inmediata intervención por parte de los agentes socializadores.
Por ello, considerando a la familia como la estructura social básica en la que se producen los aprendizajes más valiosos para la vida y teniendo en cuenta la sociedad digital en la que nos encontramos se hace necesario que padres y madres adopten un papel activo y responsable en la educación de sus hijos, siendo éste un factor de protección fundamental para facilitar un manejo y uso seguro de las nuevas tecnologías y evitar así todas las graves problemáticas a corto y largo plazo derivadas de un uso inadecuado.