En el post anterior, acabábamos lanzando unas preguntas que prometíamos responder en este segundo y último post de la serie sobre desarrollo emocional sano en la infancia y nuevas tecnologías.
¿Qué supone exponer a un bebé de meses al contenido de un dispositivo electrónico? ¿Cómo afecta esto al establecimiento del vínculo? ¿Y a su desarrollo emocional y futuro, en las etapas de la infancia y la adolescencia?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que los mismos estímulos tienen una influencia diferente en función de la edad en la que se reciban, no tiene los mismos efectos en el cerebro de nuestros hijos una hora de televisión con un año que con ocho, ya que su cerebro no es el mismo, es mucho más maduro, está más formado y la experiencia y desarrollo de nuestro hijo no es la misma, está más preparado para recibir e integrar esa estimulación. Como hemos comentado en anteriores publicaciones, el cerebro del bebé no está preparado para recibir y procesar la estimulación que produce un dispositivo electrónico (imágenes, luces, sonidos y colores cambiantes a toda velocidad), está por hacer, es inmaduro y sin formarse completamente. Todo este bombardeo sensorial y emocional puede producir alteraciones importantes en su desarrollo como consecuencia de una sobrestimulación y sobrexcitación que le inquietará, hiperactivará y le dejará en un estado de alerta y desconcierto que le mantendrá ansioso y excitado por encima de lo que es natural, y este estado le impedirá explorar adecuadamente, aprender e ir alcanzando metas.
Por otro lado, como hemos dicho, el bebé necesita de mamá y papá para darle significado al mundo y a su experiencia interna, les busca para calmarse, para que le expliquen y le narren qué le pasa cuando siente un displacer, ya sea hambre, frío, miedo o tristeza… es decir, se precisa una relación bidireccional donde el bebé expresa una necesidad y mamá o papá responden ante esa necesidad, sintonizando con ella. Si ante la demanda o necesidad del bebé/niño lo que se le ofrece es un móvil, tablet o dispositivo electrónico, el niño no está encontrando significados de lo que le ocurre ni alternativas para calmarse, tampoco cuenta con la figura de otro, está solo y lo único que encuentra es más información “vacía” que le distrae, que evada su malestar absorbiéndole con algo que le haga callar, sin explicación que de sentido a su experiencia, sin afecto, sin contacto, y su necesidad sigue sin cubrirse y generando confusión en él, además de no contar con una figura que le acompañe, le sostenga y le mire. Si ello ocurre desde la edad temprana, se irá gestando en el niño sentimientos de vacío, creencias relacionadas con que no puede mostrar sus dificultades porque no recibe la mirada del otro y problemas para tolerar la separación, instaurándose un apego inseguro donde el niño no se siente protegido, no se siente visto, no es calmado y por tanto no se siente seguro.
Igualmente, llegados la adolescencia, esta situación corre el riesgo de resolverse con mucha probabilidad con adicción tecnológica, buscando en las nuevas tecnologías esa mirada, ya sea con selfies imposibles, distorsionando su imagen para alcanzar el ideal, obsesionándose con no mostrar sus defectos o enganchándose a las sensaciones eufóricas de los videojuegos para compensar los sentimientos derivados de su vacío interior.
Una historia de carencias y vacíos en la infancia se intentará resolver en la adolescencia con adicciones que aplasten esos sentimientos y los maquillen con sensaciones momentáneas derivadas de la adicción. Todo lo que no se queda resuelto en la infancia se reactivará en la adolescencia, y, si no se resuelve, se arrastrará durante la etapa adulta.
Por tanto, para que nuestros hijos lleguen a la edad adulta con una base segura, con confianza y resiliencia que les permita transitar por esta etapa de su desarrollo adecuadamente y adquirir mayor autonomía e independencia, previamente hemos tenido como padres en la crianza en edades tempranas que legitimar su vulnerabilidad y dependencia, estar ahí, acompañando, ayudando, fomentando su curiosidad, animando a explorar su entorno, a asumir nuevas metas, poniendo límites, permitiendo momentos de frustración, dando afecto y muy progresivamente ir facilitando la separación. Por tanto, la comunicación, el afecto, los límites, el apoyo y la mirada de amor incondicional se tornan fundamentales para un adecuado desarrollo emocional en la infancia y etapas posteriores.
De este modo, desde Levanta la Cabeza, abogamos por controlar el uso que hacemos de las nuevas tecnologías en la crianza y momentos familiares de nuestro día a día, ofreciendo a nuestros hijos espacios alternativos de ocio, basados más en las relaciones frente a frente, en la interacción con iguales compartiendo espacio físico, en el contacto corporal, y sobre todo, que dentro de la familia levantemos la cabeza del móvil y miremos a nuestros hijos, atendamos sus necesidades, juguemos con ellos, les escuchemos, nos interesemos por su vida e inquietudes, les ayudemos con sus dificultades permitiendo cometer errores y les hagamos explícito el amor que les tenemos. Suena bien, ¿verdad? Pues es bastante sencillo, solo hay que hacerlo 🙂 ¡Empieza hoy mismo!
Marta Vicente Álvarez | Psicóloga especialista en psicoterapia con niños, adolescentes y adultos.