En un post anterior, ya hemos hablado sobre cómo influye el uso excesivo del móvil con el vínculo emocional y apego con nuestros hijos. En esta ocasión, vamos a intentar exponer la influencia que las nuevas tecnologías pueden tener sobre el desarrollo emocional sano de los más pequeños, resaltando las interferencias que ocasionan en el establecimiento de un vínculo de apego seguro, que, tal como hemos comentado en anteriores publicaciones, es un factor de protección para un satisfactorio desarrollo futuro en la adolescencia y edad adulta.
Para comprenderlo en toda su profundidad, vamos a empezar desde el inicio de la vida de nuestros hijos, desde el principio de su llegada al mundo.
Cuando un bebé nace, lo hace en una situación de estrés y sobresfuerzo que, dependiendo de cómo transcurra el parto, será de mayor o menor tensión, y esto determinará como será su adaptación al nuevo entorno. El parto es la primera experiencia traumática de nuestras vidas, en la que pasamos de un entorno conocido y placentero a que de repente todo sea desconocido, incomprensible, extraño, sin sentido, desorganizado. Todo es molesto: las luces, los ruidos, las imágenes… y todo supone un gran esfuerzo por parte del bebé para adaptarse a este nuevo contexto e integrar todos los estímulos que hay a su alrededor. Igualmente, el bebé no tiene consciencia de sí mismo ni del mundo que le rodea, lo cual lo dificulta todo aún más. Por todo ello, y ante toda esta realidad desconcertante, los bebés necesitan calmarse y buscar en el adulto, y sobre todo en la figura materna, la sensación de seguridad a través del contacto físico y kinestésico, buscan el piel con piel que les reconforte y tranquilice.
Por tanto, se torna fundamental el papel de la figura adulta en el establecimiento de un vínculo seguro y desarrollo emocional sano del bebé, y ello dependerá de la capacidad de los padres para sintonizar con las necesidades de su hijo, de darle significado a sus sensaciones, de explicarle lo que siente, de ayudarle a regularse a través del contacto corporal, del afecto, del tono de voz, del sostén físico y psicológico, de controlar la exposición a estímulos haciendo que sea progresiva para no descompensarlo, de protegerle de situaciones para las que no están preparados, en definitiva, de proporcionarle calma, cercanía y seguridad. Esto se vuelve primordial en las primeras etapas de vida y desarrollo del bebé. Pero continúa en los meses y años posteriores, aunque en distinta medida y forma, a lo largo de sucesivas etapas en las que el niño va evolucionando desde esa sensación de dependencia absoluta hacia una seguridad que va siendo cada vez mayor. El primer paso de la conquista de la seguridad es el momento de poder alejarse físicamente de los padres para explorar por su cuenta cada vez más. Y desde ahí (el inicio de la movilidad, cuando el pequeño echa a andar) seguirá separándose y diferenciándose poco a poco de sus progenitores, hasta llegar a la adolescencia, cuando la diferenciación alcanza su grado máximo.
Dicho esto, ¿qué supondría exponer a un bebé de meses al contenido de un dispositivo electrónico? ¿Cómo afecta esto al establecimiento del vínculo? ¿Y a su desarrollo emocional y futuro?
Estas y otras cuestiones las abordamos en un segundo post de esta misma serie que publicaremos el lunes aquí, en el blog de Levanta la cabeza, un proyecto de Funsalud por la prevención y tratamiento del las consecuencias del uso abusivo de las nuevas tecnologías en la infancia y adolescencia. ¡Sigue leyéndonos! 😉
Marta Vicente Álvarez | Psicóloga especialista en psicoterapia con niños, adolescentes y adultos.